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lunes, 28 de agosto de 2017

Reflexiones sobre Gestalt y Salud


Por: Alejandra Luz Díaz Medina

Me han invitado a escribir acerca de la “salud” desde la perspectiva Gestalt, y justo hoy que dedico tiempo para desarrollar el tema, empiezo a estornudar y la picazón que siento en la garganta es constante, y hasta criminal. Me digo entonces que es imposible separar a la mente del cuerpo, al cuerpo  de las emociones, a las  emociones del espíritu; que somos una entidad que va en marcha día a día, que si algo se descompone, se descompone todo; y que para realizar una actividad, la más mínima que sea, se necesita energía, vivir en consciencia de nuestra propia energía.

¿Cómo logra el bienestar una persona que padece cáncer? ¿Cómo apoya el psicoterapeuta a quien padece depresión? ¿Se puede sentir bienestar del alma, cuando se sufren los estragos de enfermedades físicas crónicas? ¿Los desequilibrios emocionales son enfermedades? Todas esas y más preguntas vienen a mi mente.

Parto por decir que la Gestalt al considerarse un modelo educativo, no concibe los términos de salud y enfermedad de la misma manera  que los plantea el modelo clínico. Los postulados gestálticos confían plenamente en la autorregulación que emerge de la sabiduría organísmica y que posee cada persona para su evolución y desarrollo. Siguiendo esa línea, el psicoterapeuta no trata con enfermos, trata con seres humanos que por alguna razón se sienten extraviados, necesitados de alguien que los acompañe a descifrar los malestares corporales o emocionales que experimentan,  para reencontrar el timón, y redescubrirse.

La palabra salud, viene del latín “salus” “utis”, que significa “Salud, saludo, salvación”. El diccionario de la real academia española menciona entre otras, las siguientes definiciones: “Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones […] En el cristianismo, estado de gracia espiritual […] salvación […] Inmunidad de quien se acoge a lo sagrado […]” (RAE, 2017). Lo contrario a la salud es la enfermedad, dicha palabra tiene su origen etimológico en el latín “infirmitas”, que significa “falta de firmeza”.

Indagando un poco en el origen de las palabras, resulta que descubro bello el origen de la palabra salud: “Salvación”. Resuena en mi formación gestáltica, ya que en un respeto profundo por el cliente y el conflicto que lo aqueja, el psicoterapeuta atiende al ser sintiente de sufrimiento, evitando diagnósticos o etiquetas que más allá de ayudar a sanar, patologizan a la persona.  El psicoterapeuta, escuchando y confrontando al cliente con sus propias contradicciones, y desde la autenticidad de su presencia, fomenta una relación terapéutica transparente, que los salva de la opacidad. “El proceso terapéutico  consiste en sacar a luz esbozos de creación o creaciones que han quedado en suspenso […] lo no creado empuja, insiste en ser reconocido y en hallar plenitud” (Delacroix, J., 2008, p. 409). La transparencia del encuentro permite que la capacidad creadora del cliente se renueve.

Ahora recuerdo a mi amiga Dalia, a quien le diagnosticaron cáncer años a los 25 años. Al transitar la enfermedad por su vida, su cuerpo perdía lozanía, no puedo decir cómo estaba emocionalmente porque no me permitió visitarla, pero imagino el dolor y el susto que experimentó (ojalá también haya sentido paz en algún momento). La vida de sus familiares perdía color, dirección, perdía la imagen de la mujer joven llena de vitalidad. Miro hacia atrás, y me veo sentada frente a la terapeuta, contándole de mi amiga de la infancia que ha muerto, y que ha dejado con su ausencia un hoyo negro dentro de mí. ¡Cómo me ayudó la terapia para recuperar mi centro! El acompañamiento del psicoterapeuta significa una oportunidad para resignificar la experiencia a partir de lo perdido: Un ser querido, la pareja, el empleo, el apetito, el sueño, una parte del cuerpo, la alegría, alguna capacidad corporal, etc. Uno se siente a salvo cuando descubre que no está solo frente a las penas, que no será juzgado por sentir lo que siente, y que el otro es igual de humano y no un gurú.

Me pareció oportuno compartir lo que viví para ejemplificar como todo va unido. El ser humano siendo un todo: cuerpo, mente, emociones y espíritu; y el ser humano siendo un todo con otros. De acuerdo a uno de los principios de la teoría del campo de la Psicología Gestalt, “Ninguna parte del campo debe ser excluida ni considerada a priori como no pertinente: cada elemento del campo forma parte de la organización total y es potencialmente significativo.” (Robine, J., 2005, p.174).

La Gestalt, pone el acento en la persona experimentando la vida en contacto con otros, y en como en ese acto de vivir en convivencia, surgen perturbaciones naturales. “La experiencia es provisional; nada permanece siempre fijo, estático, de manera absoluta” (Robine, J., 2005,  p. 173). En el ir y venir, siendo parte del mundo y relacionándose con él,  la persona que es organismo “sobrevive asimilando lo nuevo, cambiando y creciendo.” (PHG, 2006, p.9).  El self es “la experiencia”, se co-crea en relación con un otro, es decir, en contacto.

Desde ese conocimiento, queda clara la responsabilidad del terapeuta, pues se relaciona y se implica en la terapia para apoyar a quien acude al grito de “auxilio”. Sería injusto y poco útil para el cliente que se le trate como enfermo, porque de esa forma se enfatizaría la perturbación del self, como algo “malo, inadecuado” que debe suprimirse más que transformarse. La Gestalt está interesada en la transformación a partir de la aceptación, uno de sus objetivos es que el cliente descubra que el cambio está “en no forzarse a cambiar”, como lo propone y explica la teoría paradójica del cambio (Beisser, A., 1970).

La Gestalt, para hablar del restablecimiento del self, emplea los términos de “funcionalidad y disfuncionalidad”, y no de “enfermedad”. En la relación terapéutica, el cliente podrá ir dilucidando qué le funciona en sus relaciones con el entorno y qué no, qué lo detiene y qué lo impulsa, qué acciones le sirven y lo nutren, y cuáles lo obstaculizan y le quitan energía. Y si “El primer paso en terapia es contactar con la respiración” (PHG, 2006, p. 224), el cliente podrá redescubrir en contacto con el terapeuta  (y a su vez el terapeuta) qué le hace sentir su respiración fluida, y qué restringe su respiración. La respiración: ese constante y “siempre presente” recordatorio de que estamos vivos.

La relación terapéutica basada en principios humanistas, y el compromiso del terapeuta (para supervisarse y llevar un proceso de crecimiento personal), son elementos fundamentales para ampliar la consciencia. La Gestalt más que una filosofía, una teoría, una práctica; es una guía, una forma de vida que honra la vida, la experiencia del ser humano más allá de síntomas, de perturbaciones fisiológicas, de síndromes, y de informes médicos. Porque al consultorio no llegan enfermedades ni enfermos, llegan personas que lo único que anhelan es vivir, bien vivir.

Bibliografía:

Perls, F., Hefferline, R., Goodman, P., (2006) “Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana.”. Ed. Sociedad de Cultura Valle-Inclán.

Robine, J., (2005) “Contacto y relación en psicoterapia. Reflexiones sobre terapia Gestalt.”. 2da. Edición, Ed. Cuatro Vientos.

Delacroix, J., (2008) “Encuentro con la psicoterapia. Una visión antropológica de la relación  y el sentido de la enfermedad en la paradoja de la vida.”. Ed. Cuatro Vientos.

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