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lunes, 3 de julio de 2017

Si no me cuido yo, ¿quién me cuida? Lo social y lo personal en la vivencia de la sexualidad


Liliana Díaz Jerezano[1]

Recordando lo que nos dice Paco Fernández somos seres sexuales, lo tenemos a flor de piel; la sexualidad está impregnada en todo lo que hacemos e incluso en lo que decimos y cómo lo decimos.  ¿Cómo es esto? Dado que desde que nacemos se nos han establecido ciertos roles que social, cultural, política, religiosa y económicamente se esperan de mí o de ti por el hecho de ser hombre o mujer, ejemplos claros y clásicos: “las niñas buenas son de casa, las niñas calladitas se ven más bonitas, los hombres no lloran, el hombre es el proveedor”, ya de facto esto tiene una carga simbólica, que si lo revisamos a luz de la Gestalt muchos de ellos se vuelven introyectos o experiencias obsoletas.
Si atendemos a las noticias o leemos algunas publicaciones en redes sociales, podemos ver que en México somos el primer lugar de América Latina en embarazos de adolescentes, tan solo el 49% de las adolescentes no utilizan ningún método anticonceptivo en su primer encuentro sexual, las Enfermedades de Transmisión Sexual en lugar de ir a la baja van a la alza, los índices de discriminación y violencia hacia mujeres, miembros de la comunidad LGBTTTIQA (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti, Intersexual, Queer y Asexual) han aumentado tanto en número como en violencia, como lo podemos ver en los datos estadísticos que presenta CONACYT en su estudio de discriminación en México, donde se observa que los diferentes grupos poblacionales señalan la discriminación como el principal problema de su grupo, esto nos indica que algo no hemos hecho bien o no han sido suficientes los esfuerzos para atender estas situaciones.
Creo profundamente que a mayor educación sexual existen muchas más consideraciones y consciencia que pueden incidir positivamente en la toma de decisiones y cuidados propios.
Consecuentemente con el párrafo anterior, una pregunta inmediata que podemos plantear es si no me cuido yo, ¿quién me cuida? Parte de la educación sexual tiene que ver con una salud sexual integral e integrada en la vida cotidiana, de ahí la importancia de las revisiones periódicas de mis órganos sexuales, de mi cuerpo, las visitas al ginecólogo y/o urólogo, siendo deseable que se haga un hábito en todas las personas, iniciando desde muy temprana edad, para con ello romper mitos y estereotipos de las visitas y chequeos médicos.
En la medida que presto más atención y cuidado a mi cuerpo, también están presentes los cuidados hacia mis sentimientos, emociones y necesidades de manera tal, que será más probable que esté más atento del otro.
Partiendo de la premisa anterior, me pregunto ¿cómo estoy frente a los temas de sexualidad que surgen con mis pacientes? ¿Soy cuidadosa? ¿Doy libertad a que el tema surja? ¿Impongo el tema? ¿Me avergüenzo? ¿O cómo reacciono?
Si nos acercamos desde la teoría de campo en el consultorio estamos co creando un espacio propicio para hablar del tema o evitarlo, me parece que cada uno podemos revisar las preguntas antes mencionadas y responder con detenimiento y sinceridad.
Antes de terminar es importante como terapeutas tener presente que habrá situaciones que sean tan vergonzosas que nuestro paciente no querrá ni mencionarlo y otras que aunque le dé un poco de pena, podrá compartirlas y podemos regresar a las preguntas anteriores.
La sexualidad es algo que estará con todas las personas a lo largo de nuestra vida y qué mejor sí es de manera informada, responsable y consciente.



[1] Liliana Díaz Jerezano. Especialidad en Desarrollo Humano, Especialidad en Gestalt, Especialidad en Sexualidad. Parte del Staff del IHPG Coyoacán.

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