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lunes, 3 de abril de 2017

Los límites y la educación de los niños


Por: Oyuqui Zuñiga Zavala[1].

 
Actualmente, como sociedad se ha llegado a un punto en el que las expectativas hacia los niños han cambiado y con ello la actitud hacia ellos. Hoy día los pequeños son  más vistos y protegidos tanto por los padres como por las diversas instituciones que existen para tal efecto; lo cual ha traído sin duda alguna, muchos beneficios y con ello una participación más activa de la sociedad. Sin embargo, no se puede dejar de lado, que al ser más vistos y más activos, se les ha ido otorgando poco a poco mayor poder, el cual no en todos los casos ha sido canalizado de la forma más conveniente, pues cada vez es más común observar niños “empoderados” y padres subordinados. Lo cual es una clara demostración de la falta de límites en la que se está incurriendo; el hecho de que los niños sean más tomados en cuenta, no es sinónimo de no poner límites.

Algunos de los argumentos usados para justificar la falta de límites en los niños, son: así como me educaron a mí, voy a educar a mis hijos, tal y como mis padres lo hicieron conmigo, o hay quienes se van al extremo contrario mis padres me maltrataron de alguna forma, por lo tanto, yo no quiero que mis hijos vivan lo mismo. Los padres actuales son una generación de transición, por lo que deberán educar a los hijos de acuerdo a criterios de una sociedad que les resulta desconocida; lo que trae como consecuencia el que se estén educando niños para un mundo que, ni ellos mismos terminan de entender (Schmill, 2015). Los avances tecnológicos modifican las formas de trabajar, como consecuencia han ocurrido cambios económicos que han transformado las estructuras sociales (pareja, familia,  escuela, etc.), en ocasiones los sobrepasa el ritmo de vida que llevan sus hijos, quienes cuentan con recursos e información que ellos no tenían a su edad, por lo que el establecimiento de límites se vuelve prioritario.

Poner límites al comportamiento del niño significa aclararle cómo debe o no comportarse en función de la situación o lugar en que se encuentre. Un determinado comportamiento puede ser aceptable en unos lugares pero no en otros. Por lo tanto, marcar los límites en la conducta de un niño implicará potenciar los comportamientos deseados y reducir o eliminar los no deseados, en la medida de lo posible (Gilo Valle, 2016).
Dos aspectos importantes a considerar en  el establecimiento de límites son: Firmeza y Benevolencia. Firmeza significa estabilidad, fortaleza para poner límites y hacer que éstos se cumplan; existen diferentes niveles, que van desde una firmeza alta, que llega a caer en la inflexibilidad, hasta llegar a la ausencia de la misma. Benevolencia quiere decir tener buena voluntad, bondad, afecto; se sustenta básicamente en el conocimiento que se tenga acerca de las etapas del desarrollo de los hijos; lo anterior para evitar exigirles comportamientos que no les corresponden. Con lo que lograrán detectar qué si se puede esperar de ellos. Por lo tanto, deben entender que la mejor forma de poner límites es mediante un equilibrio de ambas, manifestándose como una suavidad con los niños y dureza frente a los problemas o conductas no deseadas. Si se logra actuar de esta forma, serán capaces de conservar el respeto e integridad de sus hijos, al mismo tiempo que resolverán los problemas. Es indudable que tener esta actitud frente a ellos dependerá mucho de la congruencia (actuar como se dice y se piensa), pero indudablemente, también de la consistencia (actuar congruentemente, de forma persistente).
Algunas sugerencias útiles, al momento de poner límites son las siguientes:
·         Ser congruentes, actuando tal y como les dicen a sus hijos que deben actuar.
·         Conservar la congruencia al paso del tiempo (consistencia).
·         Evitar el uso del chantaje y las culpas.
·         Aceptación Positiva Incondicional, manifestándoles  de forma clara que los aman sin condiciones. Reconociéndoles sólo por el hecho de ser ellos, y no  por una buena conducta.
·         No usen los golpes ni los insultos. Respeten su dignidad.
·         Sean pacientes, cuando  hagan las cosas a su manera y no como ustedes esperan que las hagan. Sus hijos tienen  sus propios tiempos de aprendizaje y respuesta.
·         Emitir sus opiniones, sólo como lo que son: opiniones propias, no la verdad absoluta.
·         Desarrollar el hábito de la escucha activa, con ello lograrán entender un poco más el punto de vista de sus hijos.
·         Enfaticen las habilidades de los niños, nunca sus deficiencias. Si enaltecen sus deficiencias, perderán el valor de todo lo que sí saben hacer.
·         No corrijan en función del humor del día o el momento. Si algo no está permitido, deberá ser siempre y no en función de estar “de buenas” o “de malas”.
No olviden que los hijos  además de necesitar  padres que los eduquen, también necesitan padres que los escuchen, y  les comuniquen sus propios sentimientos. Al fin al cabo, humanistas somos y  en el camino de convertirnos en personas andamos.
BIBLIOGRAFÍA
·         Gilo, V. www.pulevasalud.com/ps/establecimietodelimites (2016), Madrid.
·         Schmill, V. “Disciplina Inteligente”,  Producciones Educación Aplicada (2015), México.
 



[1] Psicóloga con Especialidad en Pareja y Familia. Psicoterapeuta Gestalt. Coordinadora Académica del IHPG Lomas Verdes

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